domingo, 9 de junio de 2013

Podía decir que estaba boca arriba por la presión que sentía en la espalda. Y por cómo cambiaba la oscuridad cada vez que abría y cerraba los ojos.
El suelo, húmedo, contribuiría a un posible constipado si no me iba pronto de allí.
Encima mía, el cielo negro, tan cerca que se encontraba sobre mi cara pero tan lejos que ni en un millón de años podría alcanzar siquiera una de las estrellas.
Entonces te das cuenta de que no somos nadie.
Somos un granito insignificante en una kilométrica playa de arena.
Entonces te levantas, sabiendo que aunque no serás nadie para el mundo, esperarás ser un mundo para alguien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario