Quema.
Corres hacia ningún lado, deprisa, sin rumbo fijo. Corres hasta que el oxígeno en tus piernas empieza a faltar, y notas la fatiga muscular, de que necesitan respirar.
Sigues.
Sigues hasta el punto en el que es fisiológicamente imposible seguir, tus músculos se rinden, y caes al suelo como un peso muerto, apoyando todo el peso sobre las rodillas. Sin poder moverte. Sin poder levantarte.
Y miras el camino recorrido.
Has chocado contra gente, te has mojado, estás sudado e incluso pasas los pasos de peatones sin mirar el semáforo, encomendándote a Dios para que llegues vivo a la otra acera. Riéndote de lo que pueda pasar.
¿Un atropello?
Sería incluso positivo sentir algo en estos días que parezco un jodido témpano de hielo.
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