domingo, 24 de junio de 2012

Y no podía creerlo.
No podía creer que hubiese acabado.
Eso que siempre había aguantado los más fuertes huracanes se acababa de derrumbar con una brisa.
Cada palabra era un trozo de cristal de una ventana de esa casa indestructible que habíamos construido, hundiéndose en el pecho.
Cada pedazo más profundo que el anterior, hiriendo al corazón de gravedad.
"No podemos volver"
Y cada repetición de esa frase era un mazo de madera ayudando a perforar aún más el corazón.
Y es que hay pérdidas que dejan huella.
Cuando se cierra una puerta no tiene por qué abrirse una ventana, pues dentro de esa casa, en cada una de las habitaciones habían sucedido las escenas más felices jamás imaginables y en los muros quedaba patente el sufrimiento para que siempre quedara en pie.
Era hora de una vez cerrada esa puerta no volver a abrir nada más en la casa, para que no se escapara ninguno de esos felices momentos que ya nunca se volverían a repetir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario